Una

TRADICIÓN

que llega desde lejos

Quien soy

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Esta es mi historia personal, un cuento que nace desde lejos, cuando mi bisabuelo, ya joyero, emigra desde el País Vasco, una tierra de artistas, soñadores y guerrilleros, para desembarcar en Argentina al final del siglo XIX.

En Buenos Aires planta sus raíces, fundando un linaje de maestros joyeros. Mi abuelo Domingo, junto con sus hermanos Julian y Ezequiel, abrazan el arte transmitida, y así seguiendo hasta las generaciones futuras. Hoy la familia Garagorri en Argentina sigue diferenciándose en esta especialidad.

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Yo también soy un soñador, cultivo el deseo de crear desde siempre. Desde que era un niño me sentía atraído por todo lo que es bonito, la belleza entendida como sofisticación de los detalles, la hermosura y la unicidad en su género.

Siempre me ha gustado crear, ententar innovar, pero sobretodo arriesgar, ponendo a mi mismo ahí fuera. Gracias a la suerte que tuve en nacer y crecer en un entorno de artistas, pude compartir todo esto con increíbles momentos de alegría, porque todas mis aspiraciones venían entendidas y apoyadas.

Desde allí, me mudé a los Estados Unidos, precisamente a Nueva York, convertiendo todas mis aspiraciones en una concreta oportunidad laboral como constructor de maquetas para una empresa especializada en la producción de joyería de alto nivel/de alta calidad. Esto fue mi punto de partida.

Durante aquella experiencia, tuve el gran honor de encontrar y trabajar junto con uno de los mayores maestros, “Alberto Codorniu”. Este encuentro contribuyó al hondo enriquecimiento de mi trasfondo laboral.

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Acostumbrado al esfuerzo, quería siempre algo más, lo que estaba asimilando no me parecía suficiente. Tomé la decisión, por lo tanto, de inscribirme en la escuela de diseño “Parsons School of design en Nueva York” para aprender nuevas técnicas de diseño.

Seguí trabajando también para otras realidades neoyorquinas durante algún tiempo, pero la excitación nunca ha sido buena compañera del arte y, entonces, en algún momento, decidí trasladarme otra vez, quería cambiar una vez más, buscando nuevos estímulos. Verona me sonrió, conseguiendo mi corazón con su hermosura y no fue capaz de renunciar a aquella oferta que no podía absolutamente denegar. En 2004, planté mis raíces en la ciudad del amor, abriendo mi personal taller…

Cuando acabo una joya y la entrego en las manos de quien la hará suya, miro siempre su cara, sus muecas. La cara no esconde secretos, si tú eres capaz de interpretarla, esta te compensará de todo en segundos.

Algunas veces una sonrisa astuta puede ensconder la verdadera emoción, pero rápidamente los ojos van tras el brillo, iluminándose de inmensidad…

Ariel Garagorri

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